13.2.10


A veces me siento un poco como las Vírgenes Suicidas… esa sensación de soledad encerrada en sí misma… de un volcán a punto de ebullición, la libertad en la punta de la lengua, arañando por salir… el aire que se va antes de que pueda respirarlo, profundamente, con todo mi ser… Siento cómo todo lo que me rodea me pesa, me aplasta… el aire no es más que polvo y calor… calor y polvo. Me envuelve y contrae mi pecho… mi respiración se desacelera, tratando de no desperdiciar pureza. Miro… miro esa silueta borrosa que es mi ventilador y entonces siento una brisa, cada tanto, que me deja seguir pensando… Porque es tanto, y tan grande, lo que se cierne sobre mí, que sólo puedo pensar… Y hasta la mente tiene un límite y deja paso al sueño… pero ni en sueños estoy tranquila… Me persiguen imágenes, nuevas y viejas… Todo vuelve… recuerdo cosas, recreo otras… y siempre esa maldita vocecita que piensa, piensa… Quiero que se calle. Quiero sentir sin pensar. No quiero respirar; que todo esté en silencio. Sólo quiero escuchar mi corazón palpitando en mi oreja. En mis manos. La sangre moverse, adentro mío, delicada… casi imperceptible. Ver a través de mis párpados la nada, una oscuridad inmutable… Quiero sentir el peso de mi cuerpo, de mi existencia… toda preparada para elevarse y, a la vez, atada a su sombra. Quiero, sólo por un momento, sólo de cuando en cuando, respirar… paz.